En lo que podría ser su última intervención como presidente de Chile ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Gabriel Boric oficializó la candidatura de Michelle Bachelet para ocupar el cargo de secretaria general del organismo a partir del 1 de enero de 2027. El anuncio no solo posiciona a Chile en el centro del debate diplomático global, sino que también reactiva la discusión sobre el liderazgo femenino y latinoamericano en la ONU.
Una propuesta con peso político y simbólico
Durante su discurso, Boric fundamentó la nominación en dos pilares: la necesidad de que Latinoamérica vuelva a liderar el organismo más importante del multilateralismo global, y el imperativo de que, por primera vez en la historia, una mujer ocupe el cargo. “Es tiempo de imponer criterios de selección ambiciosos, plazos claros y garantizar que la Asamblea General cumpla un rol mayor en este proceso”, afirmó el mandatario chileno.
La candidatura de Bachelet fue calificada por el gobierno como “la más relevante de Chile a nivel internacional”, y rápidamente generó reacciones en distintos círculos diplomáticos. La propia exmandataria expresó que “la ONU ha jugado y va a seguir jugando un rol fundamental en un mundo de paz”.
Candidatas con trayectoria internacional
Bachelet no será la única mujer en competencia. Rebeca Grynspan, actual secretaria general de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, también figura entre las posibles postulantes. Con una carrera que incluye la vicepresidencia de Costa Rica y cargos de alto nivel en Naciones Unidas, Grynspan representa una opción sólida desde Centroamérica.
Alicia Bárcena, secretaria de Medio Ambiente de México y exembajadora en Chile, también ha manifestado públicamente que “llegó la hora de que sea una mujer quien lidere la ONU”. Su experiencia como secretaria ejecutiva de la CEPAL durante más de una década la posiciona como una figura con fuerte respaldo regional.
Desde el Caribe, Mia Mottley, primera ministra de Barbados, suma peso político y trayectoria legislativa. En Ecuador, María Fernanda Espinosa, expresidenta de la Asamblea General de la ONU, también aparece como posible candidata, con experiencia en defensa, relaciones exteriores y representación diplomática.
Desde África, Amina J. Mohammed, actual vicesecretaria general de la ONU, cuenta con más de 30 años de experiencia en desarrollo y medioambiente, y ha sido ministra en Nigeria.
Figuras masculinas también en competencia
Aunque el consenso apunta a que el próximo secretario general debería ser mujer, también hay nombres masculinos en circulación. Rafael Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, ha manifestado públicamente su intención de postularse. Desde Bolivia, David Choquehuanca, actual vicepresidente, también aparece como posible candidato, aunque su historial de tensiones diplomáticas con Chile podría jugar en contra.
Reglas diplomáticas y consenso global
La elección del nuevo secretario general se concretará en 2026, y el mandato comenzará en enero de 2027. El proceso depende del respaldo de los Estados miembros y de que el nombre propuesto no sea vetado por ninguno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad: Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido.
En ese contexto, la capacidad de Bachelet para generar consenso será clave. Su trayectoria como presidenta de Chile, alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU y figura reconocida en el ámbito multilateral le otorgan credibilidad y experiencia. Sin embargo, deberá competir con candidaturas igualmente robustas y con respaldo regional.
¿Qué representa esta candidatura para Chile y Latinoamérica?
La nominación de Bachelet no solo busca posicionar a Chile en el escenario internacional, sino también reivindicar el liderazgo latinoamericano en tiempos de transformación global. La región, históricamente subrepresentada en cargos de alto nivel en la ONU, podría recuperar protagonismo con una figura que combina experiencia política, diplomática y compromiso con los derechos humanos.
Además, el impulso a una candidatura femenina responde a una demanda histórica por equidad de género en los espacios de poder global. En palabras de Annalena Baerbock, presidenta de la Asamblea General: “Una se pregunta cómo es que de entre 4.000 millones de potenciales candidatas no se ha podido encontrar a una sola”.